MASA
– 500 g de harina 000 (común)
– 300 ml de agua
– 1 cucharada de aceite
– 15 a 20 g de levadura fresca
– 1 cucharadita de sal
– 1 cucharadita de azúcar
COBERTURA, PARA 2 PIZZAS
– 600 g de muzzarella cortada en trozos pequeños o rallada
– 2 tomates perita grandes maduros
– 2 cucharaditas de adobo para pizzas (el que prefieran)
– sal, pimienta negra recién molida y orégano
– aceite, preferentemente de oliva (aunque pocas pizzerías porteñas lo emplean)
En un bol mediano volcamos la harina mezclada con la sal, hacemos un hueco en el centro, echamos dentro el agua y disolvemos la levadura junto con el azúcar. Vamos incorporando de a poco la harina al centro y cuando comienza a formarse la masa añadimos el aceite; amasamos hasta obtener una masa suave y sedosa. Cubrimos y dejamos reposar unos minutos. Encendemos el horno.
Dividimos la masa en 2 partes iguales, las bollamos, cubrimos y dejamos leudar por unos 10′ en un lugar templado y sin corriente de aire.
Sobre una superficie enharinada vamos estirando la masa de forma redondeada, la llevamos a la pizzera previamente aceitada y la estiramos por toda la superficie. Cubrimos y dejamos reposar por 10′.
La pintamos con la salsa de tomate y dejamos leudar por unos 20′ hasta que duplique su volumen.
Distribuimos por encima la muzzarella, esparcimos un poco de orégano y llevamos al horno bien caliente y a temperatura máxima hasta que el queso haya gratinado y la base haya comenzado a dorarse, unos 15′.
Retiramos, regamos con un aceite de oliva, pimentamos y servimos de inmediato.
La pizza salió muy buena. Y, desde ya, opciones mejoradoras siempre bienvenidas!